[...] El remate final fue cuando, al final el ensamblaje del motor, uno de los procesos críticos en esta industria, el mecánico que se había hecho cargo de absolutamente todo el proceso, encajaba una chapa sobre la tapa del motor con su nombre de tal modo que se supiese quién lo había hecho. De esta forma, por un lado tenemos a la marca que compromete a sus empleados haciéndoles responsables de su trabajo. Por otra parte, me gustaría experimentar la sensación de que al abrir mi capó saber el nombre de quién había estado detrás de ese producto que tanto me costó comprar. Es, sencillamente, una acción de marketing excepcional. Aunque sea un juego de palabras fácil, queda claro que para Mercedes los empleados no son tornillos. [...]
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